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Órgano de Santa María la Mayor de Ezcaray

Disposición de registros

mano izquierda                                                  

Flautado de 13

Violón

Octava

Tapadillo

Docena

Quincena

Decisetena

Decinovena

Lleno (3h)

Címbala (3h)

Trompeta Real

Dulzainas

Bajoncillo

Violeta

 

mano derecha

 

Flautado de 13

Violón

Octava

Tapadillo

Docena

Quincena

Decisetena

Decinovena

Lleno (3h)

Címbala (3h)

Corneta (5h)

Trompeta Real

Dulzainas

Clarín

Obóe

Un teclado manual de 45 notas (C-c3), con octava corta y registros partidos entre entre c1 y c♯1.

Registros de adorno: Pajarillos, Timbal en D, Timbal en A.

Pisa para el Arca de Ecos. Rodilleras para el Bajoncillo y el Clarín.

Temperamento mesotónico clásico a ¼ de comma.
Diapasón: 426 Hz. a 20º C y una presión de 65 mm.

Historia

 

Durante algo más de dos décadas la autoría del órgano de Ezcaray ha sido falsamente atribuida al célebre constructor Diego de Orío Tejada, vecino de la villa, autor asimismo del mítico órgano de Covarrubias y que falleció en Sevilla en 1731 cuando trataba de poner en marcha la construcción de los monumentales órganos proyectados por fray Domingo de Aguirre para la catedral hispalense. No obstante, tras el minucioso proceso de investigación que efectuamos durante el período que tuvo lugar la restauración del instrumento, llegamos a la conclusión de que su verdadero autor no fue Diego de Orío, sino el maestro organero Francisco de Olite, vecino de Viana, quien se empleó en su construcción e instalación entre los años 1691 y 1692.


Efectivamente, gracias a un protocolo notarial fechado en abril de 1690, sabemos que Francisco de Olite estaba ya comprometido para la construcción de un nuevo órgano destinado a la iglesia de Ezcaray. Hasta entonces, sabemos que en dicha iglesia existía «un órgano en el coro, bueno de latón, realejo» y «un órgano grande viejo que no [servía]». Este último, abandonado por lo menos desde 1625, fue adquirido por Francisco de Olite. Sin embargo, ningún material del mismo fue aprovechado para ser incluido en el nuevo instrumento, puesto que inmediatamente fue vendido y trasladado por Olite a la iglesia de los Santos Cornelio y Cipriano de Briñas, donde fue utilizado nuevamente hasta 1742. Entretanto, en 1691 los trabajos en el órgano de Ezcaray se encontraban ya muy avanzados, fecha para la cual ya se había concluido la caja, tal y como se deduce de la inscripción conservada en la parte posterior de la misma. No obstante, el órgano quedaría definitivamente acabado en 1692, pues gracias al contrato formalizado en aquel mismo año por Francisco de Olite para la construcción del órgano del convento de frailes de Herrera, sabemos que el maestro se comprometía a no trabajar en ninguna otra obra, salvo en la del órgano que estaba concluyendo en Ezcaray.


De este órgano construido por Olite, sabemos que originalmente la caja carecía de policromía, y que la extensión de su teclado era de 42 notas. En cuanto a su maquinaria y material sonoro, únicamente se han conservado los tablones acanalados que conducen el aire a los tubos del Flautado de fachada, una pequeña parte de la tubería labial diseminada entre unos pocos registros principales y las hileras de la Corneta, y —muy posiblemente— los registros de Trompeta Real y Clarín. Este último juego estuvo colocado en el frente de la fachada, tal y como pudimos comprobar a través de los veintiún orificios que en su día fueron utilizados como boquilleros en la parte central de la cornisa. Este grupo de perforaciones estaba acompañado a su vez de otros catorce boquilleros adicionales —siete por la izquierda y otros siete por la derecha— para alojar simétricamente los tubos de una Trompeta de Batalla cuyos siete bajos se ubicaban en el interior del órgano, tras la fachada. Precisamente esta misma distribución de la tubería de la Trompeta de Batalla puede observarse todavía en el órgano de Lumbreras de Cameros, construido hacia 1715 y cuya autoría es atribuida a Diego de Orío Tejada.


Discípulo de Olite, Diego de Orío participó —casi con toda seguridad— en la construcción del órgano de Ezcaray. El hecho más evidente es que en el mencionado documento de 1690 Orío figura entre los firmantes como testigo. Una vez terminado el órgano, o poco después, estableció su residencia en Ezcaray, donde contrajo matrimonio con Teresa Sánchez Escobar. En lo sucesivo sería él quien quedaría al cargo del órgano, tal y como se desprende de los Libros de Fábrica parroquiales. Su primera intervención data de 1697, en la cual además de realizar diversos arreglos, añadió el registro de Lleno. Varios años después, en 1705, Diego de Orío lo volvería a «limpiar y componer», a la vez que se ajustaba con él un contrato anual para que se mantuviese «dicho órgano compuesto y afinado». Ocupado entre 1725 y 1731 en la construcción de los órganos de la catedral de Sevilla, donde falleció, desconocemos quién continuó realizando las labores de mantenimiento. Lo cierto es que durante la segunda mitad del siglo XVIII el órgano de Ezcaray sufrió una profunda reconstrucción en la que fue notablemente alterado. Por un lado, el secreto original fue sustituido por otro nuevo de 45 canales. Por otro, se introdujeron nuevos registros de lengüetería, como por ejemplo la Chirimía y el Oboe, con lo cual se procedió a abrir nuevas perforaciones en la fachada para la ubicación de los tubos nuevos. Es posible que dicha reforma fuera realizada en 1774, año en el que se registra el cargo de mil doscientos reales. Teniendo en cuenta las características del secreto y otro tipo de detalles constructivos de la tubería, la autoría sería atribuible a algún miembro de la dinastía San Juan, más si consideramos que en 1755 se registra el paso de Francisco Antonio.


Igualmente importantes fueron las reformas introducidas a lo largo del siglo XIX. La primera de ellas tuvo lugar en 1822. Desconocemos quién fue el organero encargado de realizar los trabajos. Tan sólo sabemos que se gastaron 7000 reales, suma considerable como para suponer que fue entonces cuando se pintó el frente del órgano y se modificaron los ornamentos de la misma para ser decorada según el estilo fernandino, adaptación del estilo imperio francés que se introdujo en España después de la Guerra de Independencia. Posteriormente, entre 1867 y 1868, sería Manuel López de Cadiñanos quien llevaría la cabo la última reforma en la que el instrumento fue reestructurado hasta adquirir la configuración que ha mantenido prácticamente hasta 2001. En dicha intervención, por un lado Cadiñanos procedió a la sustitución de la fuellería y a la inclusión del registro de Violón, lo cual le obligó a modificar la distribución de la últimas tapas del secreto principal. Por otro lado, amplió la extensión del teclado de 45 a 54 notas. Para ello, abrió el espacio suficiente con objeto de colocar un teclado de armonio comprado al organero burgalés Santiago Martínez, e introdujo unos secretillos adicionales para colocar los cuatro tubos de las notas faltantes en la octava grave y convertirla así en octava tendida, y aumentar asimismo la franja aguda desde c♯5 a f5.

 

 

Restauración

 

Aunque el órgano de Ezcaray data de 1691-1692, los restos que se han conservado de esta época son muy pocos. En las sucesivas reformas que tuvieron lugar durante los siglos XVIII y XIX la caja también fue transformada hasta quedar configurada tal y como hoy la conocemos. Sabemos que originalmente carecía de policromía. Asimismo, durante el proceso de restauración fueron apareciendo perforaciones  y alojamientos que en su día sirvieron para la fijación de los primitivos paneles y otros elementos decorativos que adornaron la fachada. En este sentido, pensamos que estéticamente el órgano de Ezcaray pudo estar en la línea del órgano de la parroquia de Autol, construido también por Francisco de Olite en 1701, o de la fachada del órgano que se conserva actualmente en la parroquia de San Sebastián del barrio del Antiguo de la capital donostiarra, construido asimismo por el organero navarro durante aquella misma época para el convento de San Francisco de Olite. En alguna de las transformaciones llevadas a cabo durante el siglo XIX, es muy posible que, entre otras cosas, también fuera modificada la tubería de fachada del órgano de Ezcaray con objeto de incorporar una nueva distribución de las bocas de los tubos, o sustituir las antiguas celosías talladas por paneles completamente lisos. En esta sucesión de intervenciones, hacia 1822 se policromó el frente de la fachada con la aplicación de un tono de azul celeste y se decoró con la inclusión de ornamentos florales e instrumentos musicales acordes con los gustos del siglo XIX. Pero todos estos cambios estéticos no fueron aislados, sino que siempre estuvieron ligados a un sin fin de alteraciones que alcanzaron las partes más vitales del instrumento, como son los secretos, la tubería y la propia naturaleza de los registros, el teclado y su extensión, etc.

 

Ante una situación ya de por sí complicada y llena de interrogantes, llegado el proceso de restauración y después de muchas reflexiones, finalmente se tomó la decisión de buscar un compromiso de conservar, en la medida de lo posible, todos aquellos elementos que formaban parte de la evolución histórica del instrumento, y a su vez mantuvieran el máximo de coherencia, descartando así aquellos todos aquellos elementos que no se ajustasen a los criterios establecidos. En este sentido se tomaron varias determinaciones, como son: plantear una disposición lógica y coherente que contemplara como punto de partida la disposición primitiva de 1691, pero sin renunciar a los procesos evolutivos incorporados a lo largo del siglo XVIII; conservar la caja del órgano tal y como había llegado hasta nosotros; mantener la extensión de 45 notas para el teclado, impuesta por el número de canales del secreto colocado en el siglo XVIII; mantener los tubos más antiguos junto con aquellos de los registros de lengüetería que fueron incorporados al órgano en el momento de la colocación de dicho secreto; construir nueva la tubería faltante; adecuar la ubicación de los tiradores en el espacio asignado por Francisco de Olite en el mueble original; restablecer el espacio original de la consolara y colocar un nuevo teclado más acorde a la estética del instrumento, etc.

 

La caja se desmontó completamente, al igual que la tribuna sobre la que se asienta el instrumento, la cual fue renovada y nivelada. Una vez colocada nuevamente en su lugar, se reconstruyó la techumbre y la parte trasera del mueble, para lo cual se le introdujo una nueva estructura, que, además de proteger el instrumento interiormente, permitiera un acceso cómodo para el mantenimiento del mismo. La cornisa sobre la que apoya la fachada principal del órgano fue sustituida por otra nueva, ya que la original se encontraba muy deteriorada a causa de la carcoma y debilitada después de muchas reformas. En ambos costados del órgano, las celosías de cierre laterales fueron sustituidas por otras nuevas y se forraron con tela de lino para preservarlo del polvo. El entorno de la consola fue devuelto a su estado original, ya que en la reforma de 1862 se abrieron huecos para colocar un teclado más amplio y sacar los tiradores de los registros adicionales en lugares inapropiados fuera del espacio asignado originalmente. La restauración de la policromía fue realizada por el Taller Diocesano de Restauración de Obras de Arte, el cual se encargó también de la decoración de la tapa de la consola, incorporando sobre la misma un bello paisaje panorámico de Ezcaray.

 

El secreto que permaneció en el órgano hasta el momento en que acometimos la restauración fue introducido en alguna de las reformas del siglo XVIII, posiblemente por algún miembro de la dinastía San Juan. Dicho secreto presentaba graves problemas a causa de la carcoma. Tanto es así, que resultaba inservible a pesar de no haber sufrido grandes alteraciones desde su instalación, salvo las necesarias para la adaptación de los nuevos registros que se fueron añadiendo posteriormente. Si en un principio tratamos de restaurarlo —como así lo hicimos—, el resultado no fue satisfactorio, por lo cual se decidió construir un nuevo secreto similar al existente, y dejar este último para exhibirlo en el museo parroquial. Al igual que el secreto, todos los tablones acanalados destinados a conducir el viento hacia la lengüetería exterior tuvieron que ser reconstruidos por estar los existentes totalmente carcomidos. Únicamente se conservaron los dos grandes tablones del Flautado que sirvieron para hacer sonar los tubos de la fachada del órgano primitivo realizado por Francisco de Olite en 1691. Todos ellos se forraron con pergamino de primera calidad para garantizar su estanqueidad.

 

El teclado existente hasta el momento de abordar nuestra restauración fue colocado por el organero Manuel López de Cadiñanos. Este fue sustituido por otro teclado de nueva factura más acorde a la estética y época del instrumento, realizado con placas de madera de olivo para las notas naturales, y de madera de ébano con incrustaciones de boj para las alzas de los sostenidos. Asimismo, se ha reorganizado la ubicación de los tiradores de los registros, regularizándose, por un lado, tanto la forma como las dimensiones de los pomos, dada la variada gama que existía según la reforma en que se fueron añadiendo, y reconstruyendo los que faltaban para completar el número necesario del modelo considerado como más apropiado.

 

En cuanto a la tubería y a la disposición final, la decisión adoptada fue la de reconstruir el instrumento partiendo principalmente de los restos del órgano original de Francisco de Olite que se habían conservado, junto con todo aquel material procedente de reformas aplicadas en el siglo XVIII que pudieran entrar dentro de la estética y de la evolución propia del órgano barroco español. Junto con ello, se terminarían por desechar todas aquellas alteraciones que fueron introduciéndose de manera más aleatoria y sin ningún tipo de criterio historicista, como por ejemplo la tubería de la Voz Humana de estilo romántico, colocada posiblemente entre 1979 y 1981 y que asomaba exteriormente en el testero del secreto al modo de las antiguas Dulzainas. Una vez seleccionada la tubería existente y reutilizable en la restauración, llegamos a la conclusión de que la tubería faltante era considerable. Evaluada la situación, se planteó una disposición lógica y coherente que contemplara la disposición primitiva de 1691, pero sin renunciar a los procesos evolutivos incorporados a lo largo del siglo XVIII. Para ello fue necesaria la construcción de varios registros nuevos: Violón, Tapadillo, Decisetena, mano izquierda de la Decinovena, Lleno, Címbala, y Dulzainas (513 tubos en total). La tubería superviviente fue repartida de la siguiente manera: los tubos más antiguos se distribuyeron entre los juegos de Octava, Docena, Quincena y mano derecha de la Decinovena, y algunas hileras de la Corneta. De la misma manera se procedió con la tubería de la lengüetería, la cual presenta diferencias de un registro a otro, siendo posiblemente la más antigua la perteneciente al Clarín de fachada. Una vez construida la tubería nueva y reordenada la ya existente, se procedió a la restauración de este último grupo y a la armonización de todo el conjunto.

 

Todo el montaje de los restos originales ha sido efectuado respetando los métodos de ensamblaje y sujeción originales, utilizando colas adecuadas de manera que se garantice la reversibilidad de nuestra intervención.

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