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Órgano de Santa María de Uribarrri de Durango

Disposición de registros

Gran Órgano                                                 

GranFlautado Violón

Flautado Principal

Flauta Armónica

Salicional

Octava

Quincena

Lleno (4-5 h)

Trompeta de Batalla

 

 

Pedal

 

Contrabajo

Subbajo

Contrabajo

Coral Bajo

Gran Bombarda

Trompeta

​

 

16'

8'

8'

8'

4'

2'

 

8'

 

​

​

16'

16'

8'

4'

16'

8'

 

Positivo

 

Principal

Viola de Gamba

Voz Celeste

Cor de Nuit

Flauta Pastoril 

Piccolo

Fagot-Oboe

​

 

8'

8'

8'

9'

4'

2'

8'

 

Recitativo

 

Bordón Quintatón

Principal Diapasón

Flauta de Chimenea

Corno Gamuza

Prestant

Nasardo

Flautino

Basson

Trompeta Armónica

Clarín

 

 

16'

8'

8'

8'

4'

2â…”'

2'

16'

8'

4'

Tres teclados manuales de 61 notas (C-c6) y pedalero de 30 notas (C0-f).

Acoplamientos y recursos: I/P, II/P, III/P, III/I, III/II, II/I, Sub II/I, Sub III/I, Sub I, Sup II/I, Sup III/I, Sup I; Combinaciones fijas (p, mf, f y Tutti) y Anulador, 2 combinaciones libres; Rodillo de Crescendo y Piano Automático; Expresión al III; y Trémolo al II y al III.

Diapasón: 415 Hz. a 15º C y una presión de 90 mm.

Historia

 

La historia del órgano en la parroquia de Santa María de Urribarri de Durango es, todavía hoy, mal conocida. No obstante, a pesar de no haberse realizado todavía un trabajo de investigación en profundidad, podemos considerar que el actual órgano es, por lo menos, el quinto instrumento que ha poseído la Parroquia desde comienzos del siglo XVII. Gracias al apartado que dedica José María Larracoechea Bengoa al órgano y a los organistas de la iglesia de Santa María en su obra Notas Históricas de la Villa de Durango (II), sabemos que en 1592 parte de la iglesia de Santa María se hallaba en un estado ruinoso, bajo la amenaza de un posible desplome de las bóvedas, lo cual requería unas profundas reparaciones que no llegaron a llevarse a cabo hasta el año de 1609. A pesar de que la iglesia se encontraba en ruinas, el primer órgano del que se tiene constancia fue construido durante el año 1604 por el maestro organero afincado primeramente en Burgos y después en la ciudad vizcaína de Orduña, Vicente Alemán. Entre los numerosos instrumentos construidos y reformados por él, caben destacar los de Orduña (1576), Santa María de Agurain (1578), Santa María de Markina (1579), Santa María de Azkoitia (1580), San Pedro de Bergara (1585), catedral de Oviedo (1591), Santa María de Durango (iniciado en 1596 y concluido en 1604). En fechas muy cercanas a la conclusión del órgano de Durango, reparó asimismo los órganos de las catedrales de Santo Domingo de la Calzada (1599) y de Sigüenza (1600-1603), Elgueta (1601), y finalmente, en 1606 —año en el que fallece— construyó el del convento de los Agustinos de Arceniega. A partir de entonces es su hijo Juan Alemán el que le sucede como organero, quien en lo sucesivo realiza varias reparaciones y reformas de lo más diversas en los órganos de Mondragón (1607), Orduña (1613), Arceniega (1614), Elciego (1625)...

 

Volvamos nuevamente al órgano instalado en 1604 en el coro de la iglesia de Santa María de Uribarri de Durango. En un acta con fecha del 6 de marzo de 1626, los Síndicos Procuradores Generales de la villa exponían «que era menester mandar poner el órgano de la iglesia Mayor de Santa María de Uribarri en diferente parte para que no se pierda, y que para ello convenía escribir al Padre Provincial de los Franciscanos de Cantabria. para que el Padre Arcaute envíe por ocho días alguna persona para poner en forma y en la parte más conveniente dicho órgano». Según explica Larracoechea, la nueva ubicación que le fue asignada a este instrumento a partir de entonces, fue en la capilla de San Sebastián, que ya en aquella época y con anterioridad a la última guerra civil (1936-1939) se encontraba en el lugar donde hoy está la escalera que da acceso al camerín de la Virgen de Uribarri, entre el ábside y la sacristía. Allí estuvo colocado sobre una tribuna provisional destinada a este fin. La previsión de las autoridades de cara a la conservación del órgano era bastante razonable, habida cuenta de que toda la bóveda de la nave central de la iglesia había sido desmontada por aquellas mismas fechas para proceder a su reconstrucción. Era de suponer que un instrumento tan delicado no podía permanecer alrededor de los escombros y del polvo producido por una obra de tal calibre, y que además era muy probable que se hallara a la intemperie durante unos cuantos años. Efectivamente, fue durante el mes de marzo de 1650 cuando el Mayordomo de Santa María, Gonzalo de Otalora, expuso ante el Regimiento de la Villa, que por todos los oficiales y personas que entendían en materia de obras de fábrica, «se había determinado que el órgano que se hallaba ocupando la capilla de San Sebastián, se subiese al coro principal y se plantase en él, para siempre de aquí adelante, por ser el desahogo de la iglesia y lucimiento de sus voces, y que el corillo o tribuna sea demolido».

 

Poco más podemos decir sobre el órgano construido por Vicente Alemán. Desconocemos quién fue el organero encargado de trasladar nuevamente el instrumento al coro, y si el mismo fue reformado o ampliado. Lo cierto es que entre los años 1722 y 1723 se construyó un órgano de nueva planta, dato que queda confirmado a través de varias anotaciones. Efectivamente, el 22 de marzo de 1723, el organista de la iglesia de Santa María, Juan José de Iriarte, solicitaba una ayuda a la Parroquia por el desempeño de su trabajo, para lo cual se acordó entregarle 100 ducados como renta anual además del abono de 800 ducados, «como importe de sus trabajos, desde el mes de septiembre de 1722, en que vino de la villa de Elorrio hasta que se acabó la obra del órgano de Santa María». Asimismo, en octubre de aquel mismo año, el Mayordomo Francisco de Echezarreta intentaba pleitear contra su predecesor, Fermín de Reten, quien había ejercido dicho cargo el año anterior de 1722. Echezarreta acusaba a Retén de haber costeado y pagado «el importe del órgano nuevo que se hizo en la parroquia de Santa María, así como las mejoras que se introdujeron en él», sin contar con los señores Alcalde y Regimiento de la Villa, ni de las personas que con su celo concurrieron a su ejecución. No obstante, en dicha sesión se demostró que Fermín de Reten había actuado correctamente y «que el órgano había sido costeado con el producto del arbitrio de siete blancas, que en cada azumbre de vino» había impuesto el Ayuntamiento para afrontar las reparaciones de la iglesia. No cabe duda de que la actividad organera desarrollada por aquellos mismos años en el duranguesado fue muy destacable, dado que —además del órgano de Santa María de Durango— se construyeron casi simultáneamente los órganos de las iglesias de San Torcuato de Abadiño (1720-1722) y de la Purísima Concepción de Elorrio (1722-1723), por los organeros José Antonio de Balzategui y Matías Rueda Mañeru respectivamente. ¿Tuvieron alguno de estos dos artífices alguna relación con el órgano de Durango? Esta una cuestión que todavía queda por descubrir.

 

Durante el siglo XVIII no volvemos a tener más noticias sobre el órgano hasta que en enero de 1781 Antonio Leonardo de Letona fue designado como comisario para la construcción de un nuevo instrumento que se habría de colocar en el coro de Santa María. Su constructor fue el organero Santiago de Herdoiza, a quien además del importe estipulado en el contrato, se le gratificó con la cantidad adicional de 2.000 reales de vellón.

 

El nombre de este personaje ha dado lugar a numerosas confusiones. El organero Herdoiza al que nos referimos en este caso, nació en Elorrio hacia 1727. Por este motivo, es evidente que no es el mismo Herdoiza que en 1722 examinaba el órgano construido por José Antonio Balzategui en Abadiño, y que asimismo ayudaba a Matías Rueda Mañeru en la construcción del de la iglesia de la Purísima Concepción de Elorrio. En este otro caso se trataba del presbítero beneficiado Santiago de Herdoiza que ejercía como organista en la Parroquial de Elorrio, probablemente tío del organero. Herdoiza fue uno de los constructores más destacados de su época en Bizkaia, pues desarrolló una intensa actividad a lo largo y ancho de toda la diócesis de Calahorra-La Calzada. Las reparaciones y reformas llevadas a cabo por él fueron numerosísimas: Purísima Concepción de Elorrio (1749), Santo Tomás de Haro (1756), Elorrio (1760), Santa Marina de Otxandio (1761), San Pedro de Deusto (1762), Santa María de Orduña (1764), colegiata de San Pedro de Soria (1767), Santa María de Almazán (1768), Santa María de Galdakao (1769), Santa María de Amorebieta (1777), etc. Asimismo, entre los órganos de nueva planta más importantes construidos por él, cabría citar aquellos de Santa María de Mañaria (1768), colegiata de Santa María de Vitoria (1772), Santa María de Oión (1774), Santa Marina de Otxandio (1778) y Santa María de Uribarri de Durango (1782). En junio de 1782, el presbítero durangués José Manuel de Meave, ofreció 8.000 maravedíes para costear la pintura y dorado de la caja del órgano de Durango. Los organistas encargados de examinar el instrumento una vez concluido el mismo, fueron los franciscanos fray José de Larrañaga y fray Juan de Baquijano.

 

Causa asombro la gran similitud que tenían las fachadas de los desaparecidos órganos de Otxandio y Durango. Sin embargo, el órgano más monumental de los dos —y probablemente de todos los construidos por Santiago de Herdoiza— fue el de Santa Marina de Otxandio. Con su soberbia planta y magnífica presentación de conjunto, se podría decir todavía en nuestros días que fue uno de los más gallardos y elegantes de la provincia. Sabemos que a partir de 1777 Herdoiza estableció definitivamente su residencia y su taller en Otxandio, donde en 1797 murió en la más profunda miseria. En noviembre de 1800, el órgano de Santa María de Uribarri de Durango, fue reformado por su hijo Francisco Santiago de Herdoiza, también organero de profesión, y a quien se le conocía también con el mismo nombre que a su padre, lo cual ha dado lugar a ampliar todavía más el número de confusiones. En dicha intervención el órgano se vio ampliado con el registro de Violón.

 

Pero las intervenciones más importantes llevadas a cabo en el órgano durante el siglo XIX fueron aquellas de Pedro Roqués y de Aquilino Amezua. Efectivamente, en junio de 1855 el maestro organero Roqués presentaba un presupuesto al Ayuntamiento de Durango con objeto de reparar el órgano de Santa María. La cantidad estipulada en dicho presupuesto era de 5.000 reales, y fue aceptada por el Consistorio de la Villa. Más adelante, durante los primeros años de la década de 1890 el órgano fue profundamente reformado y renovado por Aquilino Amezua; tal es así que podríamos hablar incluso de un «nuevo» órgano Amezua en Durango. La memoria histórica popular siempre ha atribuido la ejecución de esta obra al organero vizcaíno Lope Alberdi, quien había contraído matrimonio con la duranguesa Dolores Aguirrezabal. Concidiendo con el montaje del órgano de Santa María, su hijo Antonio Alberdi Aguirrezabal nació en Durango el 21 de octubre de 1893. El matrimonio habitualmente residía en Barcelona, donde por aquel entonces el cabeza de familia dirigía los talleres de Aquilino Amezua. Tras el encargo de la Iglesia de Santa María de Durango, Alberdi vino a instalarlo acompañado de su mujer; durante la permanencia en dicha villa vino al mundo Antonio, futuro organero y compositor, que pocos meses después volvía junto con su madre a la ciudad condal.

 

El «nuevo» órgano de Aquilino Amezua fue instalado dentro de la caja o mueble del órgano anterior, construido en 1782 por Santiago de Herdoiza. El instrumento se hallaba ubicado en una tribuna ligeramente elevada del suelo del coro, apoyado sobre el muro del lado norte; ubicación que se mantuvo hasta 1937, año en que la iglesia de Santa María de Uribarri fue destruida en el bombardeo que sufrió la Villa durante la última guerra civil española. Al terminar la guerra, y tras la muerte del organista de Santa María, José Cruz Gabiola, fue Juan Olazarán quien le sucedió en dicho cargo.

 

En 1942, durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, se cursó el pedido del actual órgano a la prestigiosa firma alemana Walcker de Ludwigsburg. Poco después la fábrica fue destruida por la aviación aliada. Según testimonio del mismo Olazarán, «el tren que transportaba el órgano a través de Francia fue volado por la Resistencia Francesa. Llegó a Durango gracias a la intervención del Presidente de las Cortes Don Esteban Bilbao. Se encargó del montaje el técnico alemán Juan Braun Gelssler, el mismo que montó el órgano de la catedral de Santiago de Bilbao. Le ayudaron el P. Honorio... y unos carpinteros de Deva. Entre la fabricación (80.000 ptas.), el transporte y el montaje, el órgano vino a costar unas 140.000 ptas.». Como podemos observar, el organista Olazarán no hace mención alguna a que el destino de dicho órgano fuera la catedral de Argel —algo que se ha mantenido hasta hace bien poco—, ni a que finalmente fuera comprado para la parroquia de Santa María de Durango en una subasta organizada en el puerto de Marsella, donde supuestamente se encontraba retenido. Tampoco vincula con la compra del mismo al general José Varela, casado con la duranguesa Casilda Ampuero, como también se ha sugerido en algunas ocasiones.

 

Gracias a la última intervención llevada a cabo en el órgano durante el año 2008 por los organeros de Otxandio, J. Sergio del Campo Olaso y Alejandro Turanzas Guerra, sabemos que dicho instrumento fue construido expresamente para la iglesia de Santa María de Durango. El nombre de su destino, «Durango», está escrito en muchas de las piezas que componen la maquinaria interior del órgano: consola, dispositivos neumáticos, secretos, panderetes, tubos... Este hecho es la prueba más evidente de que el órgano fue construido para ser instalado en la villa de Durango. No cabe duda de que los operarios de Walcker de Ludwigsburg escribieron el nombre de «Durango» con objeto de identificar y tener controladas en todo momento las principales piezas del instrumento cuyo destino no era otro que la iglesia de Santa María de Uribarri.


                                                

 

Restauración

 

En general, el estado de conservación del órgano era bueno, aunque existían algunas zonas afectadas por la carcoma, particularmente en el costado derecho del órgano. Primeramente se apeó toda la tubería, los soportes o panderetes que sustenta verticalmente a la misma y las tapas de los secretos, tras lo cual se procedió a una limpieza básica por aspiración y a la aplicación de abundante insecticida, tanto en el interior del órgano como a la tubería y demás partes de madera que fueron desmontadas (tubos, panderetes y tapas).

 

Retiradas las tapas que cubren los secretos o canales de registros por la parte superior, se desmontaron ordenadamente las membranas neumáticas que controlan el paso del aire hacia los tubos, con objeto de contabilizar el número exacto necesario de cada uno de los cinco tamaños existentes (1.127 en total). Dichas membranas diferían ligeramente en algunos de sus parámetros con las ofrecidas en el catálogo de la compañía alemana Aug. Laukhuff (principalmente en los tapones), por lo cual se solicitaron algunas adaptaciones y modificaciones para que, una vez recibido el pedido, pudieran ser colocadas de inmediato.


Durante el largo período de espera transcurrido hasta la recepción de las membranas, se aprovechó el tiempo para limpiar y acondicionar los secretos de cara a asegurar su estanqueidad, tratando de eliminar en todo lo posible las disipaciones, y mejorar así el rendimiento general del órgano. En este proceso se eliminó totalmente tanto el papel que cerraba los canales de los registros como las tiras de tela que recubrían los asientos de las tapas sobre los mismos. Obviamente, para que la realización de este proceso fuera correcto, además del papel y las tiras de tela, era necesario eliminar asimismo la cola utilizada para su fijación.


Una vez terminado el proceso de limpieza de los canales de registro, se optó por modificar ligeramente el sellado de las tapas sobre los mismos. Originalmente dicho sellado estaba planteado en dos etapas: una primera, en la que se cubrían los canales de los registros con papel; y una segunda, que consistía en la colocación de tiras de tela que servían de asiento y de «junta hermética», una vez atornilladas las tapas sobre los secretos. Este planteamiento simplemente responde a la utilización original de materiales de bajo costo, pues no debemos olvidar que el órgano fue construido en plena segunda guerra mundial. Por un lado, la tela que servía de asiento era muy porosa, por lo cual daba lugar a disipaciones, tanto por la transferencia directa de aire desde los mismos canales de registro como a la hora de activar las notas. De esta manera, dado que las disipaciones por transferencia de aire desde los canales presentaba un mayor riesgo a posibles problemas de lloros o sonidos incontrolados e indeseados, no cabía otra solución que la de forrar completamente los canales con papel o con cartulina. Efectivamente esto evitaba la transferencia de aire desde los canales de los registros tanto hacia los tubos como hacia el exterior. No obstante, aunque las disipaciones en el momento de activar las notas eran menores y molestaban menos, éstas seguían teniendo lugar igualmente. Por otro lado, existía el inconveniente de tener que romper o rajar el papel o la cartulina cada vez que había algún problema con alguna de las membranas (1.737 en todo el órgano), bien para su sustitución o bien para corregir su posición por causa de un movimiento fortuito originado por un golpe de aire brusco. Esto, además de presentar un inconveniente, daba un aspecto chabacano y descuidado cada vez que era necesario levantar las tapas, como se puede comprobar en alguna de las fotografías de la memoria gráfica. Por este motivo, tras la experiencia que hemos tenido en otros órganos de diseño similar, hemos considerado más conveniente eliminar el papel que cubre los canales de los registros, y colocar tiras de piel gruesa bien curtida, de manera que trabajen eficazmente tanto como asiento de las tapas y como junta hermética de las mismas. Así, además de evitar cualquier tipo de disipación, conseguimos una estanqueidad mucho más perfecta que repercutirá positivamente en el rendimiento general del instrumento, pues lógicamente al reducir las disipaciones, la sonoridad del órgano es mayor y más estable. Asimismo, facilitamos el acceso a las membranas del interior de los canales, y el aspecto de los secretos es más correcto y agradable a la vista.


Después de acondicionar los secretos, se colocaron las membranas nuevas en el interior de los canales de los registros. Este proceso se llevó a cabo con sumo cuidado y detenimiento, con objeto de no tener que volver hacia atrás una vez de avanzar con los demás procesos posteriores. No obstante, tras colocar nuevamente las tapas que cierran los canales de los registros, se procedió a verificar la maniobra de todas y cada una de las válvulas repuestas. Una vez asegurados de que el funcionamiento de las mismas era el correcto, se volvió a colocar la tubería, a la espera de ser regulada y afinada.

 

Durante el tiempo que tuvieron lugar los trabajos de reparación y acondicionamiento del órgano, la tubería del mismo fue almacenada cuidadosamente tanto en el coro como en los corredores laterales donde arrancan los arcos de las bóvedas que cubren la nave central de la iglesia. Asegurados del buen funcionamiento de las membranas sustituidas, se procedió a limpiar la tubería antes de volverse a colocar otra vez sobre los secretos, tras lo cual se procedió asimismo a la afinación general de la misma. En este proceso, se repasó también la afinación de todos los registros del Recitativo. En dicha división no fue necesaria la sustitución de las membranas, puesto que las mismas fueron sustituidas unos años antes por los organeros Bernal y Korta de Azpeitia.

 

En cuanto a las deficiencias eléctricas, se ha repuesto el sistema de empuje que controla la apertura de las persianas de expresión del Recitativo, eliminando el arcaico sistema que tenía —basado en un motor de limpia parabrisas de automóvil—, y colocando un dispositivo más apropiado y adecuado para este caso, desarrollado por la casa italiana Eltec Automazioni.


En lo relativo a las demás deficiencias, y hasta que no se aborde una restauración integral de la consola y de las transmisiones eléctricas, se han perseguido aquellos fallos que hasta la fecha eran más evidentes e imposibilitaban la utilización de algunas de las funciones o de los registros, como son: revisión de los contactos para notas, registros acoplamientos..., sustitución de varios electroimanes, etc. Así todo, sigue existiendo algún pequeño problema en la activación de los registros de Bombarda 16' y Trompeta 8' del Pedal. Dicho problema se debe a una conexión incontrolada en algún punto del cableado, que en ciertas ocasiones tiene lugar y en otras no, y que hasta la fecha no nos ha sido posible dar con ella. No obstante, con un poco de picardía, el organista puede solventar fácilmente esta deficiencia utilizando los anuladores de lengüetería que se encuentran en el panel frontal de la consola.


Dado que se tuvo que desmontar buena parte de la consola para solucionar un considerable número de las deficiencias eléctricas existentes en la misma, se aprovechó la ocasión para sustituir algunas tiras y pequeñas piezas de fieltro, con objeto de regular el calado del primer teclado de cara a mejorar la pulsación y la eficacia del mismo.
 

Después de la intervención llevada a cabo en el órgano, la mejoría del mismo en cuanto a sonoridad y rendimiento general ha sido muy notable. No obstante el instrumento podrá mejorar aún más en el momento que se aborden otras intervenciones importantes que, a nuestro juicio, serían muy necesarias: la restauración integral de la consola y de la transmisión eléctrica; la restauración de la fuellería; y una detenida revisión de la armonización de los registros de lengüetería, especialmente el la franja grave.

 

1.— Por un lado, los elementos electromecánicos originales del instrumento son de buena calidad, y presentan una robustez muy superior a la de los componentes eléctricos de hoy en día. Sin embargo, los mismos se encuentran bastantes desajustados a causa del prolongado uso que han tenido a lo largo de tantos años. Una restauración a fondo en la que se sustituyan todos los contactos, y se vuelvan a regular y a reajustar correctamente todos sus elementos, volvería a hacer funcionar el órgano correctamente y con total seguridad. De esta manera, mantendríamos el instrumento tal y como fue construido en origen.
    
2.— Por otro lado, el estado de los fuelles que hacen de depósitos secundarios en el interior del órgano, presentan un estado bastante delicado. En algunas ocasiones, al poner algún que otro parche, hemos observado que las pieles se agrietan y se rompen muy fácilmente. No cabe duda de que la fuellería es otra de las partes más frágiles que pueden cuestionar el buen funcionamiento del instrumento. Es evidente que la piel se encuentra deteriorada por la fatiga del material y el uso que se le ha dado con el paso del tiempo. Cuando se desconecta el moto-ventilador, en el momento que cesa el suministro de aire, los fuelles depósitos caen rápidamente, lo cual indica la existencia de fuertes disipaciones a causa de su deficiente estanqueidad. Dichos escapes de aire son debidos a la degradación de las partes guarnecidas de piel. A pesar de que la construcción original de todo el sistema es correcta, el envejecimiento y la fatiga causada en los materiales por el uso cotidiano a lo largo de tantos años es inevitable. Más aún cuando se da la existencia de plagas de xilófagos, ratones, etc., o cuando las condiciones atmosféricas (principalmente temperatura y nivel de humedad) no son las adecuadas. Como suele ser habitual en estos casos, el poro de la piel va en aumento, y la misma comienza a cuartearse. La piel que une los pliegues terminan por rajarse, especialmente con la ayuda de la presión existente en el interior de los fuelles. Por ello, sería necesario el desmontaje de los mismos, para sustituir el revestimiento de papel y el guarnecido de piel.

 

3.— Finalmente, de cara a mejorar la sonoridad y las cualidades tímbricas del órgano, sería aconsejable revisar la armonización de los registros de lengüetería, particularmente en la extensión grave de los mismos. En esta franja, el sonido producido por la mayoría de los tubos es inestable y no sigue la línea de la franja aguda. Por lo general el ataque de las lengüetas es muy rápido, y por ello el sonido que producen resulta débil, incierto y poco estable. Una revisión y un reajuste de la curvatura de las lengüetas, realzaría aún más el potencial sonoro y la calidad del instrumento, muchas veces cuestionado y puesto en tela de juicio.

 

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