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Órgano de San Martín de Tours de Andoain

Disposición de registros

Gran Órgano                                          

Violón

Flautado

Violón

Flauta Armónica

Violón

Octava

Lleno (3 h)

Trompeta

 

 

 

Pedal

 

Contrabajo

Subbajo

Violón

 

​

 

16'

8'

8'

8'

8'

4'

2'

8'

 

 

​

 

16'

16'

8'

 

 

Recitativo

 

Principal

Viola de Gamba

Voz Celeste

Corno de Noche

Flauta Octaviente

Fagot

Trompeta

Fagot-Oboe

Voz Humana

Clarín

​

 

8'

8'

8'

4'

4'

16'

8'

8'

8'

4'

Dos teclados manuales de 56 notas (C-g5) y pedalero de 30 notas (C0-f).

Acoplamientos y recursos: I/P, II/P, II/I, Octavas Graves II/I; Llamada de Lengüetería al I y al II; Llamada a Fagot-Oboe y Voz Humana; Expresión al II; y Trémolo al II.

Diapasón: 415 Hz. a 15º C y una presión de 110 mm.

Historia

 

La iglesia de San Martín de Andoain fue construida entre 1757 y 1770 bajo las directrices y el diseño del arquitecto Francisco de Ibero. Durante los años 1765-67 fue el organero Domingo de Garagalza quien construyó el nuevo órgano para la iglesia. Dicho instrumento fue sustituido en 1907 por otro de nueva factura, construido por la prestigiosa firma de París, J. Merklin & Cie.

 

No cabe duda de que con los grandes órganos importados de Francia que se instalaron durante la segunda mitad del siglo XIX en la provincia Gipuzkoa y otras localidades del País Vasco, se abría una nueva etapa para la historia del órgano en España. Los instrumentos comprados directamente en el extranjero ya no iban a seguir las tendencias estéticas tradicionales de la organería española, pues estaban muy lejos de sus concepciones. De esta manera, con el asentamiento de los órganos de Lekeitio (Cavaillé-Coll, 1854) y de la catedral de Murcia (Merklin, 1857), se iniciaba una nueva corriente estética que se mantendría en los sucesivos decenios.

 

Junto con Aristide Cavaillé-Coll, Joseph Merklin fue uno de los organeros más importantes de la segunda mitad del siglo XIX en Europa. Tras la construcción del órgano de la catedral de Murcia —bajo la iniciativa de Hilarión de Eslava—, se convirtió desde el primer momento en uno de los principales protagonistas en el proceso de introducción del órgano romántico en España. No obstante, como indica Esteban Elizondo en su obra La Organería Romántica en el País Vasco y Navarra (1856-1940), la presencia de Merklin en el País Vasco fue casi insignificante, a pesar de haber presentado importantes proyectos para la construcción de los órganos de Tolosa, Loyola, Azkoitia y Bergara. Las diferencias constructivas entre Joseph Merklin y Aristide Cavaillé-Coll son muy notables. Merklin, de origen alemán, se integró en la organería francesa a través de sus experiencias en Bruselas y la posterior compra de la Casa Ducroquet de París. De una manera u otra, Merklin vino a sintetizar la organería romántica alemana con la francesa, al igual que lo haría Reinkenbach en Alsacia por aquellos mismos años. Aplicó a sus instrumentos el sistema de válvulas cónicas (Kegellade), heredado de su formación con Eberhard Walcker en Ludwigsburg, y fue quien lo introdujo por primera vez en España en 1857, en el órgano de la catedral de Murcia. Mas adelante optó por aplicar otro tipo de transmisiones como la tubular-neumática y eléctrica. La adopción de estas y otras nuevas técnicas convirtieron a Merklin en uno de los precursores de las tendencias constructivas que iban a imperar en Francia en la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, Aristide Cavaillé-Coll permaneció fiel al órgano de transmisión mecánica hasta el final de su vida, aunque acompañada en todo momento —en los instrumentos grandes, por supuesto— de la máquina de asistencia neumática o de palancas neumáticas desarrollada por Charles Barker.
 

La continuidad de la firma tuvo lugar gracias a Joseph Gutschenritter, quien comenzó a trabajar con Merklin en 1878, y que con el tiempo pasó a ser jefe de taller. Merklin le traspasó el taller entre 1894 y 1898, conociéndose a partir de entonces como «Manufacture de Grandes Orgues, J. Merklin & Cie. París». Bajo este nombre, Gutschenritter construyó varios instrumentos en el País Vasco, todos de una excelente calidad. Entre ellos cabe destacar el de la iglesia de San Martín de Andoain, uno de los más notables de la provincia de Gipuzkoa, y que fue construido en 1907, hace justamente un siglo. Este espléndido instrumento fue donado por Nemesio Olariaga Echaide, hijo de la villa y residente en Maipú (Argentina), donde murió a finales de 1933. La cantidad que se pagó por el órgano fue de 28.044 pesetas, de las cuales 25.000 fueron sufragadas por el bienhechor. Sobre el panel central que cierra el frente del pedestal del instrumento existe una placa en euskera que reza así: «Andoaingo seme Garagorri-tar Larramendi-ko aita Manuelen izenean andoaindar baten erregaloa, 1907». Gutschenritter editó unas hojas publicitarias en las que mostraba un diseño de la fachada del órgano de Andoain y la disposición de registros (en francés, y no en español, como lo está en el órgano). En las mismas hojas figura la razón social de la empresa: «Manufacture de Grandes Orgues, J. Merklin & Cie - J. Gutschenritter, Successeur, 22, rue Delambre - Paris».

 

Como señala Michel Jurine en su obra Joseph Merklin, facteur d’orgues européen, Gutschenritter generalizó la utilización del sistema tubular-neumático, es decir: por medio de «conducciones tubulares» de plomo o de latón. Dicho sistema fue aplicado tanto en Andoain como en otros órganos instalados por la firma en el País Vasco, como por ejemplo en el de la iglesia de San Nicolás de Bari de Getxo-Algorta (Bizkaia), los cuales destacan por su excepcional calidad y la excelente precisión de su funcionamiento. La transmisión tubular neumática surgió ante el deseo de eliminar todo varillaje torpe y de excesiva longitud. Así, en el órgano de Andoain, las conexiones entre la consola y los secretos se realizan por medio de estrechos tubos de latón de aproximadamente 8 mm. de diámetro. Su funcionamiento es «por presión» o «por aire entrante»; al contrario que las válvulas de los secretos, que funcionan «por depresión» o «por aire saliente». La organización e instalación de los tubulares es perfecta, y en general todo el sistema está muy bien construido. La pulsación es ligera incluso con los acoplamientos activados, necesitándose la misma fuerza para tocar un simple registro o un tutti. No cabe duda de que estando bien regulado, el sistema es muy sensible, pudiéndose equiparar en cuanto a fidelidad y precisión con cualquier buen órgano de transmisión mecánica tradicional. Tanto es así, que muchos organistas han creído siempre estar tocando sobre un órgano de transmisión mecánica, sin haberse percatado nunca de ello. De esta manera, es evidente que las virtudes del órgano de Andoain vienen a cuestionar el rechazo tan generalizado que existe hacia las transmisiones de tipo tubular-neumática. Es cierto que un sistema tubular-neumático de poca calidad, o mermado por el uso, es lento tanto en la propia transmisión como en el ataque de los tubos. Esto representa un serio inconveniente de cara a una interpretación clara y definida. De ahí que dicho sistema, más que ningún otro, esté considerado generalmente como un aspecto negativo que desvirtúa las cualidades musicales del órgano. Bien por unas razones u otras, la transmisión tubular-neumática a presión o de aire entrante no gozó de popularidad entre los organeros franceses. Sin embargo, en Inglaterra muchos constructores prefirieron el sistema tubular-neumático a escape o de aire saliente, por considerarlo más rápido, más silencioso y duradero.

 

 

 

Restauración

 

El órgano no mostraba señales de haber sido alterado desde la fecha de su construcción, a excepción de la colocación de un moto-ventilador eléctrico con su correspondiente sistema de cortinilla, y el trémolo. Ambas intervenciones fueron llevadas a cabo por el organero de Hernani, Leocadio Galdós.

 

Se trata de un órgano de transmisión tubular-neumática que ha sido utilizado habitualmente desde hace algo más de un siglo, y, gracias a su excelente calidad, el mismo no se ha visto necesitado de especiales cuidados. No obstante, durante los años previos a nuestra intervención el instrumento vienía presentando un creciente número de problemas a consecuencia del uso cotidiano y su inevitable envejecimiento. La pintura descascarillada que cubría el muro que separa el coro de la torre del campanario caía en el interior del instrumento, acumulándose con el resto del polvo que se había depositado a lo largo de muchos años, por lo cual era necesaria principalmente una limpieza a fondo en todas sus partes. La zona más sucia y descuidada se encontraba entre la parte posterior de la sillería y la trasera del instrumento, habitada por roedores que pululaban por el órgano. Esto último afectó principalmente a las conducciones de plomo que llevan el aire a los tubos de la fachada, a la parte inferior o pies de la tubería que se halla a la altura de las tapas de los secretos, y a las uniones de los pliegues de la fuellería. Esta última parte se encontraba muy dañada, presentando multitud de zonas completamente roídas. Tanto es así que el rendimiento del depósito general era prácticamente nulo, afectando de manera notable al funcionamiento general del órgano: ruido molesto producido por los escapes de aire, alteración en la afinación de la tubería, caída de presión cuando se requería  un gran consumo de aire, merma en la sonoridad del instrumento, deterioro cada vez más progresivo a medida que se iban dejando de utilizar ciertos registros, etc.

 

La humedad ambiente en esta parte de la iglesia —principalmente en el coro— era alta, quizás por hallarse junto al muro que da a la torre del campanario, lo cual afectaba a multitud de piezas metálicas del órgano, como muelles, varillas o tirantes. Aunque este problema podía solucionarse bien por medio de lubricantes u otro tipo de tratamientos, en determinados casos fue necesaria la sustitución de algunas de estas piezas. Por lo demás, el resto de los problemas era a consecuencia del uso, desgaste y deterioro natural de los materiales, producido por el paso del tiempo, y que afecta a todas las partes del instrumento.

 

La tubería se encontraba en buenas condiciones salvo algunas excepciones. Algunos cuerpos de los juegos tapados de  Subbajo y Violón estbann hinchados alrededor de los tapones, por lo cual no era posible mantener la afinación. Sin embargo, otros tapones tenían demasiada holgura, por lo cual era preciso guarnecerlos con piel nueva. La tubería de metal es robusta y de una calidad excelente, aunque en algunos casos observamos que una parte de la misma había sido afinada a base de pellizcos, en lugar de utilizar la herramienta adecuada. Asimismo algunos de los tubos que debían de llevar orejas, se veían sin ellas debido a una manipulación excesiva o poco cuidadosa. No obstante, una vez que la tubería fue limpiada y adecentada, sólo fue necesario volverla a regularla y afinarla.

 

Tanto los teclados manuales como de pedal estaban en buenas condiciones, aunque la zona intermedia (C-c2) las teclas se encontraban más desgastadas que en los extremos. Algunos pedales eran ruidosos y trabajaban con holgura. En los teclados manuales, el hueso de las teclas naturales presentaban un aspecto amarillento, por lo cual, además de proceder a un ajuste y una limpieza general, se sustituyeron varias placas de hueso en la zona intermedia descrita.

 

La transmisión tubular-neumática tanto de los teclados como de registros, a pesar de estar necesitada de un ajuste general en todas sus partes, funcionaba de manera muy aceptable, dada la  calidad de su construcción. Esto pone en entredicho el rechazo tan generalizado que existe entre los organistas hacia este tipo de transmisiones. Tanto es así que muchos de ellos siempre han creído estar tocando sobre un órgano de transmisión mecánica, sin haberse percatado nunca realmente de que sus transmisión es tubular-neumática. La revisión de ambas transmisiones fue la tarea más entretenida de todas, dada la multitud de válvulas, relés, y pequeños mecanismos a regular. Especialmente en aquellos elementos que incorporan piel en alguna de sus partes, fue necesario sustituirla por piel nueva, principalmente en las zonas de difícil acceso. Éste es el caso, por ejemplo, de la consola, la cual es totalmente inaccesible por estar colocada detrás de la sillería, adosada en el frente de la misma con posterioridad a la construcción del órgano.

 

Los secretos parecían encontrarse en buenas condiciones, aunque muy sucios, y con varias conducciones de plomo roídas por los ratones. Además del ajuste y la revisión de todas las válvulas y membranas que van unidas con las transmisiones, una vez desmontada la tubería, fue preciso realizar un examen detenido para percatarse si existían otras zonas dañadas por los ratones, comprobando su estanqueidad y su funcionamiento nota por nota. No obstante, la tapas de los canales de registro, tuvieron que ser reguarnecidas con piel nueva para evitar las considerables disipaciones de aire que tenían lugar, especialmente cuando se hacía uso de la calefacción. A simple vista, la parte más dañada por los roedores era la fuellería, por lo que hubo de sustituirse la piel vieja por otra nueva. Estos eran los problemas más graves que presentaba el órgano hasta que fue intervenido.

 

Tanto la caja como la parte exterior de la consola estaban en perfectas condiciones, por lo cual únicamente fue necesario aspirarlas y tratarlas posteriormente, dándoles un toque de cera.

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